PEDRO CAMPBELL
Luego de la retirada de las tropas inglesas del Comodoro Sir Home Pophan, tras la Segunda Invasión, no todos los ingleses se retiran del Río de la Plata. Su retirada no fue total, dejó mucho. En espíritu y en hombres. En espíritu: una brecha abierta en el andamiaje Colonial, la chispa de la libertad. En hombres: primero prisioneros y luego libres, quedaron algunos particularmente notables, uno sobre todo.
Alto, enjuto, una melena roja coronaba su cabeza. Había nacido en Irlanda. Tierra de rebeldes y de románticos, se llamaba Pedro Campbell; su vida será como la verde isla, rebelde y llena de espíritu de la libertad. Allá en Dublín era curtidor de oficio. Las armas de la paz y del trabajo, jugaban en sus manos diestras de fino artesano-decorando misales y brevarios para los Ministros de Dios. Bajo aquella cabellera roja había una cabeza llena de pájaros de fuego. Y salió a correr tras la aventura.
En la flota de Inglaterra, hace su aprendizaje de marinero, de soldado del mar. Las borrascas lo vieron trepando por las jarcias, las calles del Cabo y de Buenos Aires contemplaron su recia planta de varón enfundado en el rojo uniforme del Rey Jorge III; en las tomas de Maldonado y contra la Brecha de Montevideo se le vio en primera línea. Cuando los ingleses se fueron, él se quedó.
Marcha hacia Corrientes, allí se afinca volviendo a su oficio de curtidor. En 1810, por los rumbos que abrió la propaganda inglesa se metió el viento huracanado de la Revolución. Se conmueve todo el Virreinato. Los hombres lucharon y murieron.” En el jadeo heroico de la multitud, se forjó la libertad”. Extraño contraste.—Campbell no se movió—hasta él llegó el oleaje y el tumulto, pero continúo pacífico y apartado sobre su banquillo, curtiendo cueros.
1814.—La fama de Artigas como “Jefe de los Orientales”, ha desbordado fronteras: todo el litoral conoce su antagonismo con Buenos Aires, llegan a Corrientes y Entre Ríos, sus agentes. Las Instrucciones del año XIII, se propagan como un incendio entre la peonada el gauchaje y los estancieros. Tienen todos unos rasgos comunes y característicos: el fervor por la causa. A veces son indios como Careté; que allá en el Norte—en guaraní—va divulgando el “Sistema Artiguista”. Es este indio el que se topa con Campbell. De toda la prédica queda una sola palabra—clara y sonora—como el tañido de una campana: AUTONOMÍA. Libertad de organización y de comercio. Gobierno Federal. Era el espíritu de la libertad hecho carta, con contenido realista, práctico. Se produce en él un cambio profundo—absoluto—ya no vacilará más. El 1º de marzo del 14 abandona sus cuero—va a ofrecer a Artigas sus servicios. Sale a reclutar a sus ex compañeros de armas, no se ha quedado solo: Eduardo, Yates. O’hiffrar, Ardets—ingleses también que curten cueros como él, los enrola en el artiguismo—serán sus tenientes. Tiene un fino instinto y ha aprendido a conocer al gauchaje. Solo rinde pleitesía y es acaudillado por quien lo supere en bravura, destreza o audacia. Sale en busca de sus tenientes. Buscan querellas en las pulperías, en los bailes, en los velorios—pero vuelven con su marinería. A decir Eduardo Galeano “cuando Artigas lo hizo jefe de Corsarios, ya Campbell había tajeado en varios duelos criollos y debía algunas muertes y ninguna traición. Todo el mundo sabe que su cuchillo de plata es una serpiente que jamás muerde por la espalda”. Así lo describe Jhon Parish Robertson en una de sus cartas: “Hallándome sentado una tarde bajo la galería de mi casa, llegó hasta muy cerca de mi silla un hombre a caballo: era un tipo enjuto, huesudo, de torvo aspecto y vestía como los gauchos llevando además dos pistolas de caballería y un sable de herrumbrosa vaina, pendientes de un sucio cinturón de cuero crudo. Tenía la patilla y el bigote colorados, el pelo enmarañado del mismo color y formando greñas espesas debido al sudor y al polvo que lo cubría; el rostro requemado por el sol aprecia casi negro y estaba cubierto de ampollas hasta los ojos, grandes trozos de piel abarquillada pendían de los labios resecos, a punto de caer. Llevaba un par de aros en las orejas y vestía gorra militar, poncho andrajos y chaqueta azul con vueltas rojas muy gastadas,; ostentaba también un gran cuchillo con vaina de cuero, botas de potro y espuelas de hierro con rodajas de una pulgada y media de diámetro.”
De esta manera el gaucho irlandés por su coraje y valentía era admirado y respetado en toda la provincia, vuelve a su antigua profesión de marino, pero esta vez al servicio de la causa de la libertad y la autonomía. El Protector, en conocimiento de sus virtudes le nombra su Comandante General de Marina. A poco de enfrentarse con famosos jefes militares y navales a los que vence u obliga a retirarse; y a pesar de que se dice que tiene seducida a la victoria, en ocasiones la superioridad del enemigo le ocasiona fuertes pérdidas entre sus efectivos.
Ejerce durante varios años 1814—1820 el dominio absoluto del Paraná impidiendo todo el tráfico entre Paraguay y el Directorio de Buenos Aires, cortando así la ayuda en armas, destinadas a destruir el poder de Artigas en las Provincias del Protectorado.
En cuanto a su capacidad como conductor de hombres y de las múltiples acciones militares y navales en que intervino, quedan exhaustivamente probadas por los propios hechos. Sus tropas y tripulaciones, formadas por gauchos e indios; sus oficiales, Yates, Ardets, Edward y otros de su mismo origen, componen el núcleo de fuerzas con que enfrenta y bate a fuerzas muy superiores, al mando de veteranos conductores como los generales Balcarce, Viamonte etc. o la flota porteña comandada por el francés Hubac que había servido a las órdenes del Almirante Guillermo Brown. Su táctica de combate, adaptación y perfeccionamiento de la montonera, le permitieron increíbles victorias sobre los aguerridos y renovados ejércitos del Directorio, ejemplo de ello: las campañas de Santa Fé, el sitio a la Capilla del Rosario, Carcarañá, Barrancas, Cepeda, San Nicolás, etc. “Era éste, dice Mitre, el inventor de una nueva táctica de combate, que consistía en que la infantería montada y armada de fusil con bayoneta, cargaba a gran galope como caballería, se dispersaba en guerrillas del mismo modo, echaba pie a tierra por parejas o por grupos, cuidando uno los caballos y rompía el fuego dentro del tiro de fusil. En caso de avance, se reconcentraba y cargaba a pie o a caballo, según obrase como infantería o caballería, y en caso de retirada saltaba rápidamente sobre sus caballos y se ponía fuera del alcance de su enemigo. Estas operación era protegida por escuadrones de verdadera caballería que servían de reserva” Esta nueva modalidad de combatir, que le dio continuos éxitos en las acciones terrestres, adaptada, la empleo en los combates navales, buscando el abordaje de las naves enemigas con la ventaja de la sorpresa, para caer finalmente en las cubiertas de los buques de Hubac en medio del griterío de los indios y gauchos. Campbell fue el brazo derecho de Artigas en el Paraná y tierras adyacentes y por lo tanto gozó de su aprecio y confianza también contó con la amistad del Gobernador de Corrientes.(él mismo fue nombrado por algún período Gobernador) Méndez, López de Santa Fé y Ramírez de Entre Ríos. Sin embargo Ramírez se pasa al Directorio de Buenos Aires abandonando la causa artiguista y traicionando a su antiguo compañero de armas, apresándolo y enviándolo engrillado al Paraguay con la idea de congraciarse con el Dictador Francia, pensado que éste vengaría en Campbell los enormes perjuicios que había causado al comercio paraguayo. Pero el Dictador hizo encadenar al Ayudante Villanueva y al otro oficial entrerriano que le llevaron a Campbell, limitándose a colocar a nuestro héroe bajo la vigilancia del comandante de la Villa del Pilar, sobre el río Paraguay. Allí vuelve a su antiguo oficio de curtidos que ejerce has su muerte en el año 1832.
De todos los Capitanes de Artigas, Pedro Campbell, su Comandante General de Marina fue el único que por obra del destino siguió su mismo camino, y como él paso sus últimos años en la pobreza en la noble y generosa tierra guaraní.